01 Dic Con Nombre Propio: Carolina Salom
DISEÑADORA DE INTERIORES Y ARTISTA TEXTIL, HACE UN TIEMPO CAROLINA ENCONTRÓ SU CAMINO EN LO QUE DENOMINA “ARTE FUNCIONALISTA”. PERSONAL, ELEGANTE Y CONTEMPORÁNEO, SU DEPARTAMENTO APUESTA POR ESA MISMA CONVIVENCIA ENTRE EL ARTE Y EL DISEÑO.
Llegamos a Carolina Salom por medio de Instagram. La imagen de la artista con una panza de ocho meses y una escarapela de un metro y medio tejida a sus espaldas, nos salió al cruce una mañana y llevó directo a la cuenta de su atelier. “Instalación Algas Negras, LA”, dice el epígrafe de una imagen en la que se ven cuatro personas maniobrando una escultura textil, un chiquito en una hamaca tejida, un living con muebles de diseño y alfombras tejidas, se intercalan en la grilla de su cuenta. “Soy diseñadora de interiores pero me especialicé en arte textil”, explica Carolina. En los tres años que lleva trabajando con géneros, una parte importante de su trabajo consiste en explicar esta categoría de “arte funcionalista” con la que define a estos objetos vinculados a lo cotidiano que tampoco son ajenos al arte.
“Aunque estudié diseño de interiores, nunca podría haberme dedicado a la decoración. Para mí, el modo en que vivimos tiene que ser el resultado de una búsqueda muy personal, no algo que se nos imponga”, reflexiona. Lo dice mientras muestra la primera alfombra que hizo hace tres años, la que pensó como un sustituto para la clásica mesa del living. En los años que tiene, la alfombra acompañó a Salom a Miami, Los Ángeles y Buenos Aires. “Me costó la decisión de venirnos porque coincidió con mi mejor momento de trabajo en Los Ángeles. A mi me encanta Buenos Aires, es sólo que cada mudanza implica un nuevo comienzo”,confiesa. A pocos meses de haber aterrizado, estando embarazada de su segundo hijo y en plena adaptación familiar, Carolina se embarcó en la producción de sus primeros trabajos para clientes argentinos. Unas alfombras, la escarapela que cuelga en las paredes de un local de diseño argentino y unas cortinas, son parte de la primera partida porteña de la artista textil.
CON ALAS Y RAÍCES. Carolina Salom tenía 5 años cuando se subió sola a un avión por primera vez. Iba de Los Llanos a Bogotá, la ciudad en la que vivía su padre. El cartel de “menor a cargo”, el vuelo de 2 horas y monedas, y la figura de su padre esperándola en el aeropuerto, son imágenes que se repiten incontables veces en los recuerdos de la diseñadora y artista textil. “Nací en Bogotá y a los 4 años me fui a vivir a Los Llanos. Mis padres se habían separado y el único modo de ver a mi papá era tomando un avión, así que desde chiquita me acostumbre a viajar sola”, cuenta. Desde ese momento las distancias y aeropuertos fueron una constante en su vida familiar. Su infancia en Los Llanos, la adolescencia en Bogotá, los años de universitaria en Buenos Aires, su formación en Barcelona y los primeros años de casada en Estados Unidos, son parte de esa historia trotamundos que hace algunos meses la trajo de vuelta a Buenos Aires.
“ El modo en que vivimos tiene que ser el resultado de una búsqueda muy personal, no algo que se nos imponga ”
Cuenta Carolina que la historia de su familia con Los Llanos es una historia “de mucho arraigo y cariño”. “Mi tío abuelo fue el primer alcalde de Villavicencio, ahí están todavía mis abuelos y el campo en el que pasábamos mucha parte del tiempo”, explica. Que a pesar de esos lazos y siendo hija única por parte de su madre, Carolina decidiera irse de Colombia a los 20 años es uno de los grandes gestos que reconoce a su madre. “Mi mamá me educó con muchísimo cariño pero también con mucha libertad. Fue ella misma quien me sugirió que fuera a estudiar afuera”, asegura. Habiendo evaluado varias opciones y teniendo un padre que se oponía a su idea de ir al Instituto Marangoni, Carolina decidió venir a Buenos Aires. Las tardes junto a su padre en El Ateneo, las noches de jazz en Thelonious Club y el grupo de amigos que se convirtieron en familia, son parte de esa primera etapa en Buenos Aires. De esos años data también su interés por el mundo textil, y la decisión de seguir sus estudios con la artista Teresa Rosa Aguayo, en Barcelona. Digna historia de diván, fue justamente en su despedida de Argentina cuando conoció al padre de sus hijos.
A BUENOS AIRES CON ESCALAS. Que Carolina decidiera irse a pasar la Navidad a Punta del Este en vez de volver a Colombia, que Francisco hubiera venido de Miami a pasar fin de año con su familia y que los dos fueran a brindar a las 12 a lo de la tía de una amiga, son algunas de las extrañas coincidencias que hacen a la historia de los Laprida. Una única salida previa a su ida, muchos chat de Blackberry y llamadas de Skype, fueron el punto de partida de una relación bien representativa de su momento histórico. “Yo jamás en mi vida había creído en las relaciones a distancia, ¡me parecía un disparate! Lo que pasó fue que en un momento me di cuenta de que eso estaba pasando, y todo era un poco ridículo porque jamás nos habíamos dado ni siquiera un beso”, recuerda divertida. La última semana de Carolina en Colombia, antes de que empezara las clases en Barcelona, Francisco le planteó la idea de ir a verla. El pánico de recibirlo con toda su familia fue el impulso que animó a la diseñadora a tomarse un avión a Miami. Ese viaje de una semana fue el primero de los tantos que implicó un año de romance a distancia. Un encuentro en París, un viaje gastronómico por el País Vasco y varias visitas de Carolina, lograron compensar la incomodidad de vivir en distintos hemisferios y puntos cardinales.
“Cuando Pancho me propuso matrimonio, yo acababa de aplicar al Marangoni y había logrado que me acepten: irme a Miami implicó resignar algo que siempre había soñado”, cuenta Carolina. No lo dice como un reproche, es más bien un dato anecdótico. A dos meses de aceptar su propuesta y mudarse a Miami, Carolina ya estaba embarazada de Francisco y embarcada en la producción de los primeros prototipos de alfombras. “Hay algo del embarazo en las alfombras para el que mira con atención”, dice y señala la alfombra del living. De vuelta en Buenos Aires, algo de esos primeros meses en Los Ángeles se repite.
“ Los primeros prototipos de mis alfombras los hice estando embarazada de Panchito, hay algo del embarazo en las alfombras para quien mira con atención ”
Las visitas a diseñadores, la llegada a la ciudad con un bebe y la necesidad de explicar y mostrar lo que hace es parte de un nuevo comienzo. “En los últimos años, muchas veces se me presentó esta situación de tener que elegir, y siempre elegí la familia”, asegura. Con su paleta neutra, sus muebles de diseño y música tranquila, el departamento de Carolina Salom es su vivo reflejo. Una cocina de época reciclada, un patio de estilo andaluz y una dependencia devenida en taller, son algunas de las decisiones con las que la diseñadora adaptó el departamento antiguo a su mirada y necesidades actuales. Personal, elegante y contemporáneo, su espacio fusiona el arte, el diseño y la vida familiar.