Con Nombre Propio: isidoro Bajo Gancedo & Valerie Taylor

Con Nombre Propio: isidoro Bajo Gancedo & Valerie Taylor

PARA ALGUNOS LA ESTABILIDAD ESTÁ EN EL MOVIMIENTO, ESE PARECE SER EL CASO DE ISIDORO Y VALERIE. ENTRE LA MÚSICA Y EL MUNDO CORPORATIVO ESTA EL EQUILIBRIO DE ESTA PAREJA DE DJS TAN COSMOPOLITA Y CONTEMPORANEA COMO PUEDA PEDIRSE.

Es sábado a la mañana y en el living del departamento de Isidoro Bajo Gancedo y Valerie Taylor suenan unos ícaros peruanos: “Las Plantas Cantan”, de Hermanosis. Cuando uno va a hacer una nota a lo de una pareja de DJ no sabe con qué puede encontrarse, los cantos sagrados peruanos fueron una sorpresa. “No sé ni cómo llegamos a eso pero estamos copados. Es lo que más escuchamos acá últimamente”, cuenta Vale. Pareja hace 12 años y dupla musical hace cinco, Isidoro y Valerie son el matrimonio detrás de Dfunklub, el nombre con el que se los conoce en el mundillo de la electrónica más under. “Cuando me preguntan qué hago, siempre digo que tengo dos trabajos, porque nosotros realmente lo vivimos así: por un lado, está el laburo de lunes a viernes que nos encanta; y por el otro está Dfunklub, un proyecto que empezamos buscando otra cosa pero hoy es un trabajo igual de serio que el otro”, explica Isi. Consultor en HR él y responsable de alianzas estratégicas en una online ella, el trabajo que más se filtra en los mil y tantos vinilos del mueble de entrada, las bandejas y la música que suena desde las seis de la mañana cualquier día de la semana, es el que comparten. Rincón cosmopolita en pleno Belgrano R, en la casa de los chicos se respira ese movimiento que hace 12 años los mantiene calmos.

Unos bolsos negros con vinilos quedaron apoyados en el hall de entrada del departamento después de un fin de semana de fechas en Uruguay. “Hace un par de años que solamente usamos vinilos, es más complicado pero nos gusta más. Se podría decir que es una particularidad de Dfunklub”, explican. Uruguay es, hoy por hoy, el país más interesante en términos de electrónica: “es el que mejores productores y DJ da”. Es también el país en el que Isidoro vivió de los 9 a los 19 años, con visitas periódicas a España, donde vivía su padre biológico. Él es el único hijo que tuvieron su madre y su padre, pero tiene tres hermanos más de cada lado. De los seis, hay tres que viven en Madrid, uno en Londres, uno en Estados Unidos y otro en Uruguay. “Mi mamá es argentina pero se casó con un uruguayo y por él nos fuimos primero a vivir a Brasilia y después a Punta del Este”, explica. “Yo me siento re argentino, pero esa cosa de ‘qué lindo estar acá’, más de volver a casa, la tengo cuando estoy llegando a Punta del Este”, reflexiona. La bicicleta, la tabla de surf y un circuito esteño que sigue funcionando cuando los locales de la Barra y José Ignacio cierran, fueron parte de la vida de Isidoro antes de venir a estudiar acá. “Buenos Aires me costó muchísimo, sobre todo por la idiosincrasia”, asegura. “Yo estaba acostumbrado a otro tipo de relaciones humanas y me encontré con una histeria que no entendía: la gente que decía sí cuando en realidad quería decir que no, todo un pensamiento complicadísimo. Allá las cosas eran más simples: sí era sí, no era no, tenías la bicicleta, la pelota de fútbol y la tabla de surf. Punto. Esa era la vida”, cuenta riéndose. “Obviamente que después le tomé el gustito y hoy no lo cambio, pero el principio fue duro”, asegura. Su primer trabajo en una radio de Ideas del Sur fue fundamental para ese cambio. “Fue una experiencia buenísima, porque más allá del laburo significó empezar a curtir otro Buenos Aires, uno que me resultaba mucho más interesante”, se acuerda. De esos cinco años de radio datan sus primeros equipos y aprendizaje como DJ y su encuentro con Vale, la otra mitad de Dfunklub.

»  Buenos Aires me costó muchísimo, sobre todo por la idiosincrasia. Yo estaba acostumbrado a otro tipo de relaciones humanas ”

Lo mío es todo muy clásico: crecí en Pilar cuando era mucho más pueblo que ahora, en una familia de tres hermanas mujeres, fui toda la vida al mismo colegio que era el mismo en el que mi mamá era profesora. Nada que ver que la historia de Isi”, dice Vale riéndose. Aunque clásica en lo discursivo,  cuando empezamos a volver sobre su adolescencia en Pilar, salen algunas particularidades graciosas, como un primer trabajo en el último año de colegio en la peluquería furor en los años 2000. “En las vacaciones de invierno, buscando salir un poco de Tortugas, se me ocurrió ir a ofrecerme para laburar en El Club Creativo, ¡con tanta suerte que me tomaron!”, se ríe. Un flequillo exagerado y la decisión de no ir de viaje de egresados a Bariloche para quedarse trabajando, fueron parte del saldo de esa decisión. “Entrar significó una libertad increíble, de ahí en más nunca dejé de laburar. Primero hacía eventos los fines de semana, después entré a Kodak en Escobar y después me fui de viaje a trabajar varias veces; hice todo lo que te imagines”, asegura. Ese “todo” incluye la carrera de diseño de interiores, el paso por la cocina de un restaurant, las clases de surf en Hawaii y el trabajo en food styling que se adivina cuando prepara la vichyssoise, sirve un plato y cuenta las anécdotas de los trabajos más insólitos. “Hay gente que siempre sabe qué es lo que quiere hacer, pero para otros no es tan claro. Yo necesité hacer muchas cosas para encontrar lo que realmente me gustaba”, reflexiona. Menos evidentes y abruptos, Isidoro también tuvo sus cambios y riesgos antes de construir este equilibrio que significa el doble trabajo para los dos.

Yo lo invité a salir a él. Nos habíamos conocido en Punta del Este y habíamos pegado re buena onda pero nos volvimos y quedó en la nada. Así que conseguí su número y lo llamé 

Cuando empezamos con Dfunklub yo ya pasaba música hace tiempo, Vale no. Sí tocaba en casa pero no se animaba al público”, cuenta él. “La música fue una de las cosas que nos unió desde el principio. Era parte de lo que compartíamos”, se acuerda. Valerie e Isidoro tenían 19 y 24 años cuando se conocieron en una fiesta. Los dos trabajaban y estudiaban carreras que no tienen mucho que ver con lo que hoy hacen: entre las pocas cosas que no cambiaron están la música y el departamento en Belgrano R en el que todavía viven.  “Yo lo invité a salir. Nos habíamos conocido en Punta del Este y habíamos pegado re buena onda pero nos volvimos y quedó en la nada. Así que conseguí su número y lo llamé a invitarlo yo”, se acuerda. “Yo había cortado hace poco y la verdad que no estaba para empezar a  salir, menos con una chica que era mucho más chica y era amiga de amigos”, cuenta él. “Me acuerdo que estaba en la radio, me suena el teléfono y era Vale invitándome a salir. Me desconcertó y le dije que bueno, pero al día siguiente me quería matar. La llamé y le inventé que me sentía mal”, se acuerda riéndose. “Yo encima me había venido especialmente de Pilar en el 57 diferencial, no pensaba quedarme con un no. Así que esperé y al otro día volví a llamarlo y le dije: ‘¿ya te sentís mejor?’. Una vez podía plantarme, dos no”, cuenta riéndose. Esa noche salieron y desde entonces están juntos. “¡12 años es muchísimo tiempo! Pero cuando la pasás bien se pasa rápido”, asegura ella riéndose. Los viajes anuales a Europa, la cocina y las fechas en lugares como el Club der Visionaere o Hoppetosse en Berlín, son parte de lo que los dos comparten y entienden por “pasarla bien”.

“ Queríamos hacer algo que tuviera que ver con toda esa otra parte que nuestros laburos no cubrían, y queríamos que fuera algo independiente de nosotros, que tuviera identidad  

En los años que llevamos juntos hicimos todo: desde irnos a vivir afuera con una propuesta de laburo formal hasta el delirio de ‘dejo todo y me pongo un bar en la playa’”, cuenta Isidoro. La historia de cómo decidieron –previa ida a Madrid donde le había salido un trabajo a él- abrir un bar sofisticadísimo estilo Ibiza en Ubatuba “sin hacer ni medio benchmark” es una de las anécdotas más divertidas de la década que llevan  juntos. “Fue un desastre, todo lo que podía salir mal salió mal. La noche antes de abrir se nos voló todo el techo, el chef que nos habíamos traído de San Pablo se quebró el brazo y no pudo trabajar, la gente no tenía el menor interés en comer los platos o tragos que nosotros pretendíamos vender, queríamos pasar electrónica y la gente buscaba escuchar bandas en vivo: todo estaba mal”, se acuerdan. Como contracara, la ida a Madrid y la vuelta a Buenos Aires, significaron una etapa de crecimiento y estabilidad para los dos. “Ya a la vuelta logramos encauzarnos a lo que hoy hacemos: yo entré a una consultora de Head Hunting y Vale empezó con una empresa que se dedicada a start ups tecnológicos”, se acuerda. Que en ese momento surgiera también su proyecto conjunto, tiene sentido y colabora a la dinámica que los dos necesitaron para estar equilibrados. “Queríamos hacer algo que tuviera que ver con toda esa otra parte que nuestros laburos no cubrían, y queríamos que fuera algo independiente de nosotros, que tuviera identidad propia: no esa cosa de Isi y Vale”, explica ella.  A un año de haber empezado, la dupla ya estaba tocando en Boiler Room, un evento internacional que se hacía por primera vez en Buenos Aires. “Dfunklub fue algo que empezó como un proyectito nuestro en casa pero enseguida tomó vuelo –aseguran- Hoy por hoy nuestra agenda maneja mucho nuestro ritmo de vida y estamos muy en función de eso”. A doce años de haberse cruzado y con sus mil aciertos y desaciertos, Isi y Vale parecen haber llegado a su propia fórmula del éxito. Al fin y al cabo, la suya es la historia de quienes crecen juntos.