28 Ago Con Nombre Propio: Jose Pablo Mehaudy
HACE TREINTA AÑOS JOSE PABLO MEHAUDY HIZO SU PRIMERA CASA EN CHUBUT, DESDE ENTONCES BUSCA ENCONTRAR UN LENGUAJE PROPIO EN LOS PAISAJES PATAGONICOS. RESERVAS NATURALES, BUSQUEDAS PERSONALES Y ARRAIGO SON PARTE DE LA HISTORIA QUE LO ATA A CAMARONES Y A LA TIERRA QUE LO VIO CRECER.
Es 1989, José Pablo Mehaudy está en Londres participando de una reunión en la oficina de la empresa de paisajismo en la que trabaja hace unos meses haciendo mantenimiento. Hace tres años que se recibió de arquitecto, se fue de Argentina dejando una primera obra terminada atrás: una casa de campo de estilo galés que le encomendaron los padres de una amiga en Trelew. Estando ilegal en Europa, viviendo en un squad (uno de esos edificios públicos abandonados que se cedieron a inmigrantes y grupos políticos después de que se tomaran), trabajar de arquitecto no es una opción (o por lo menos no la primera). Pero José llevó igual su carpeta con fotos y planos de la casa por si, en una de esas, se le presenta la oportunidad que acaba de darse. “No me olvido más: era una especie de reunión creativa y yo comento que en realidad yo era arquitecto. Entonces me preguntan si tenía algo como para ver, y yo saco todo orgulloso los planos. Cuando ven las cosas me miran a mí y como que no entendían: ¿qué hacía esa casa inglesa en medio del paisaje de la Patagonia? Era lo más distinto a Inglaterra que uno pueda imaginar”, cuenta. “Entonces me dicen: ‘Pero esto es igual a acá, ¿no tienen nada más suyo? ¿algo que tenga más que ver con el lugar o el clima de allá?’ Ese fue mi primer papelón como arquitecto”, asegura riéndose.
Hablamos mirando al mar desde la galería de su casa en Camarones, un pueblo pesquero 240 kilómetros al Sur de Trelew al que llegó mientras trabajaba en la reserva de Punta Tombo, la mayor pingüinera de Chubut. “Me trajo una pareja que vio lo que hice y quiso que les hiciera su casa en un terreno en este loteo frente al mar. Me acuerdo que me pareció muy lindo pero no tenía ningún interés en comprar, de hecho terminé acá porque un chico que trabajaba conmigo me hizo comprarlo”, confiesa. La reserva de Punta Tombo fue uno de los tantos proyectos que incluye una investigación de imagen arquitectónica e infraestructura de reservas de Chubut que José empezó a la vuelta de esa experiencia en Londres. “Estando afuera me empezó a interesar el tema de la identidad arquitectónica, porque me di cuenta de que acá no teníamos nada de eso: la Patagonia tiene lo paisajes más imponentes pero lo único parecido a un carácter o identidad son las típicas construcciones inglesas, que ni siquiera son nuestras”, explica.
“ Estando ahí, en Londres, me preguntan si tenía algo de mi trabajo como para que pudieran ver. Yo les digo que sí y saco todo orgulloso los planos de la casa que había hecho en Trelew. Entonces me miran y no entendían: ¿qué hacía esa casa inglesa en medio del paisaje de la Patagonia? Era lo más distinto a Inglaterra que uno pueda imaginar. Ese fue mi primer papelón como arquitecto «
“ Estando afuera me empezó a interesar el tema de la identidad arquitectónica, porque me di cuenta de que acá no teníamos nada de eso: la Patagonia tiene lo paisajes más imponentes pero lo único parecido a un carácter o identidad son las típicas construcciones inglesas ¡que ni siquiera son nuestras! ”
La historia de los Mehaudy en la Patagonia no empieza con José sino que se remonta tres generaciones atrás, cuando su abuelo, Isaac y su abuela, Celia Gracia, decidieron venirse de Paraná al pueblito de Gobernador Costa. “Mi abuelo era un médico que dedicó su vida a dar acceso a la salud a gente que no tenía nada. En una salita armó un hospital que al día de hoy lleva su nombre, murió sin nada”, asegura. Por su parte Celia era maestra, y trabajo en la escuelita del pueblo además de criar dos hijos. Su padre, abogado, es quien se fue a vivir a Trelew, donde conoció a su mujer y nacieron José y su hermano. En los 54 años que tiene, José repartió la mayoría del tiempo entre su ciudad natal y Buenos Aires, la ciudad a la que se fue por primera vez cuando empezó la carrera de arquitectura y volvió años más tarde buscando un cambio. “Chubut fue siempre el lugar en el que más trabajé y tengo un arraigo muy fuerte, pero también sufrí mucho. Es muy difícil ser gay en ciudades así, más hace 20 o 30 años”, confiesa. “En esa época no había nada ni nadie con quien relacionarte: no tenía una vida social, sexual, nada. Lo único que me quedaba era ser el tío solterón en las reuniones familiares, tenía que dedicarme a comer y trabajar”, cuenta. Y las dos cosas las hizo en exceso: durante más de diez años trabajó sin descanso y le hizo las casas a toda la sociedad de Trelew, además de los proyectos de reservas provinciales, mientras que aumentó de peso al punto de terminar con problemas de salud. “Llegó un momento en que me encontré con una vida tan triste: estaba gordo y encerrado en el trabajo… Pero toqué fondo y decidí que no podía seguir con esa vida. Dejé todos los trabajos que tenía y me fui a Bueno Aires, a empezar un tratamiento y una nueva vida”, se acuerda.
“ Chubut fue siempre el lugar en el que más trabajé y tengo un arraigo muy fuerte, pero también sufrí mucho. Es muy difícil ser gay en ciudades chicas ”
Casi treinta años separan al José que vivía en el squad del que está acá sentado: tres décadas que incluyen idas y vueltas de Chubut a Buenos Aires, amores, desencantos y mucho trabajo. Su última mudanza lo tuvo viviendo casi diez años en Buenos Aires y después en Rosario, donde se fue con su pareja. Terminada esa relación, José decidió volver a Trelew hace casi dos años. “Cuando me separé pensé en volver a Buenos Aires pero no tenía mucho sentido: la mayoría de mi trabajo estaba acá, mi mamá estaba acá y necesitaba que estemos cerca. Además con 54 años ya empiezo a pensar en mi yo viejito, necesito generar cierta estabilidad”, explica. Más tranquilo que en otros momentos y muy consciente de lo que no quiere, esta vuelta a su lugar lo encuentra distinto. “Volver no fue fácil y todavía no lo es. Evidentemente hay algo de la Patagonia que me tira que es más fuerte: algo que siempre me hace volver aunque me cueste”, concluye.