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Astrid Perkins Y Matías Soriano – QUINCHA http://quincha.net Un lugar, una persona Wed, 16 May 2018 06:27:02 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.5.2 Con Nombre Propio: Astrid Perkins y Matías Soriano http://quincha.net/con-nombre-propio-astrid-perkins-y-matias-soriano/ Wed, 16 May 2018 05:37:50 +0000 http://quincha.net/?p=18385 HACE DIEZ AÑOS QUE ASTRID PERKINS PISO POR PRIMERA VEZ BAHÍA BUSTAMANTE, EL PUEBLO ALGUERO QUE FUNDO EN LA DECADA DEL 50 LORENZO SORIANO. SE ENAMORO DEL PUEBLO Y DE MATIAS, CON QUIEN DESDE ENTONCES COMPARTE UN LUGAR Y MIL PASIONES. ACA LA HISTORIA DE DOS PIONEROS DE LOS QUE YA NO QUEDAN.

Hay algo que noté en mis años acá y todavía me llama mucho la atención: cada vez que llega alguien, nosotros le ponemos a disposición mapas, bicicletas y opciones de recorridos como para que puedan salir solos. No importa cuánto se los incentive, la mayoría de la gente elige quedarse en el pueblo, cerca de las casas y del resto de la gente. Es como si la costumbre de vivir en ciudades nos hubiera hecho perder la capacidad de relacionarnos con la naturaleza, al punto que no nos sentimos capaces de orientarnos sin un teléfono en la mano, y esa inmensidad de 50 mil hectáreas, en vez de invitarnos a salir a recorrerlas, nos generan una especie de miedo”, dice Astrid Perkins. Yo la escucho y entiendo, porque hace tres días que llegamos a Bahía Bustamante y recién ahora superé la intranquilidad del “sin señal” que reemplaza el ícono de la antena en la pantalla del teléfono. Llegamos un viernes a la tarde, cuando la luz del sol era muy suave como para mantener encendido el panel del módem y faltaba un rato para que se prendiera el motor de la electricidad que funciona de siete de la tarde a medianoche. Veníamos de Camarones, el pueblito más cercano, a ochenta kilómetros de ripio de acá. En alguna parte del trayecto habíamos dudado de si estaríamos en el camino indicado, en la dirección correcta, pero fue imposible corroborarlo. Para alguien que nunca pisó la Patagonia, la imagen de esos campos kilométricos casi sin plantas ni rastros de civilización puede ser un poco aterradora. “Yo nunca sentí eso, capaz sea porque me crié en el campo pero a mí lo primero que me nace en lugares así es salir a recorrer”, asegura. Estamos sentadas en la arena en la playa Toboganes, la más linda de la península Gravina. Al lado de Astrid está dormitando Matías Soriano, su marido y la persona por la que llegó hace diez años hasta acá.

Lorenzo Soriano tenía 50 años cuando pisó por primera vez Bahía Bustamante. Era español y había hecho su negocio en el país importando un polvo, tipo gomina, que se usaba para peinar. En la década del cincuenta, en pleno plan de sustitución de importaciones, Lorenzo se encontró sin su negocio y en su búsqueda de soluciones, escuchó que en las algas podía llegar a encontrar una sustancia similar. “Buscando eso, él llega a Chubut y alguien le habla de la Bahía Podrida, que era el nombre con el que llamaban a este lugar, porque estaba tan cubierto de algas que tenía un olor particular”, explica Matías. Lorenzo llegó y se llevó algunas muestras. El resultado de sus investigaciones fue el punto de partida de lo que se convirtió en un imperio: la empresa que llegó a ser la alguera más grande del mundo. El pueblo en el que ahora funciona la hostería, data de ese momento. Las casas de distintos tamaños y arquitectura austera fueron la vivienda de los 500 empleados que trabajaban en la recolección. Las algas se cosechaban y secaban al sol y después se trataban en una planta en Gaiman, a unos 200 kilómetros de Bustamante. Una escuela pública, la iglesia y una plaza con juegos son algunos de los espacios que quedaron del pueblo que se formó dentro de la propiedad de Soriano. Años más tarde, la coyuntura económica hizo que el negocio se achicara al punto que la mayoría de esas casas quedaron vacías. De esos años de gloria de su infancia, cuando venía en verano a visitarlo se acuerda todavía Matías, igual que se acuerda también de cuando el lugar se vació y quedó abandonado. “Yo me había recibido y vine para acá a trabajar en la planta. Venir y ver todo abandonado era tristísimo”, cuenta. Estando cerca, Soriano empezó a ir los fines de semana y eso lo hizo familiarizarse con muchas de las salidas que hoy hacen los huéspedes que visitan el lugar. El bosque petrificado, las islas de la caleta con sus colonias de lobos marinos y pingüinos y la cantidad de especies de aves (trece de las dieciséis que anidan en toda la Costa Atlática) fueron parte de ese redescubimiento que, un tiempo más tarde, empezó a convocar visitantes de todos lados. “Llegó un momento en que vi que podía convertirse en algo más serio. Lo plantee a la familia y ahí empezamos”, cuenta. Un punto de quiebre en esa historia fue la visita y la nota del New York Times, esa entrevista que Astrid gestionó en la que los presentaban como el nuevo Galápagos. Hace casi ocho años y hasta la fecha, el lugar es un punto dentro del circuito de los viajeros que buscan una experiencia distinta y muy vinculada a la naturaleza.

“La primera vez que vine me enamoré de este lugar. Lo había escuchado por Matías en una época en que estaba trabajando en unos circuitos de turismo activo. No habíamos logrado incluirlo por una cuestión logística pero siempre me quedó en la cabeza”, cuenta Astrid. Hace ya siete años que pasa la mayor parte del año en Bahia Bustamante, con excepción de los dos meses de invierno que se va a Buenos Aires y el mes de verano en que se va a trabajar a Uruguay. Hace años que Astrid se dedica a comunicación, en su momento fue como periodista y después desarrollando la estrategia de marcas que van del hotel Fasano a algunos de restaurants y chefs más reconocidos del país. Cuando Astrid empezó a salir con Matías y las estadías en la Patagonia se volvieron parte de la cotidianeidad, ella ya venía trabajando en una estructura que le permitiera no vivir en Buenos Aires. “Había armado mi empresa pensando en eso: quería irme a vivir a Punta del Este, como ya lo había hecho a los veinticinco. En los veinte años que viví en Buenos Aires creo que no hubo un solo fin de semana que yo pasara ahí”, asegura.

Los Perkins tienen una tradición en la cría de caballos y el campo, que empezó en Inglaterra pero los trajo a la pampa húmeda buscando nuevos horizontes. Ese arraigo fuerte al campo, que enseguida se nutrió de todas nuestras tradiciones, fue parte de lo que Astrid vivió en su infancia repartida entre Vedia, Rosario y Córdoba, donde estuvo pupila. “A mí la naturaleza me encanta: amo los bichos, al punto de que he llegado a estudiar ornitología”, cuenta. “Imaginate lo que es para alguien que estudia los pájaros venir acá”, explica. Hace poco cumplieron diez años juntos, siete del año en que Astrid se quedó acá, en la casita en la que vivía él. “La decisión implicó conquistar de a poco este lugar en el que él ya vivía hace años. La había arreglado como para que fuera más habitable pero le faltaba el toque femenino”, cuenta mientras nos muestra el lugar. En su pata bonaerense, la casa en la que pasan más tiempo de la temporada invernal es la que se hicieron en el campo, en la zona de Luján. Un PH en el bajo de San Isidro y un campo en Castillos, Uruguay, completan el circuito de los lugares que recorren desde  hace diez años.

Con Matías compartimos mucho de lo más esencial: nos encanta estar acá y mirar los pájaros o irnos a Castillos y trabajar en el paisaje del lugar”, cuenta Astrid. Hace tres años, sorprendieron con el anuncio de casamiento y una ceremonia en La playa del amor (una de las tantas que tiene el campo en sus kilómetros de costa) que convocó a todos sus amigos. “Fue gracioso lo que me pasó con el casamiento, porque yo nunca tuve esa cosa de Susanita pero un día empezó a darme vueltas el tema. Al principio como un deseo muy silencioso, que ni le comentaba a Matías, y después de decirlo, casi como una necesidad o exigencia”, cuenta riéndose. “Antes de que yo empezara con el tema nosotros ya habíamos querido tener hijos y demás y nunca había sido un tema”, se acuerda. “Lo que pasó fue que cuando lo plantee él no pareció muy convencido y eso me dejó medio desorientada. Fue como que no entendía si no estaba seguro o qué le pasaba conmigo y un poco me ofendí”, cuenta. “Al tiempo, un día me pidió si lo acompañaba a ver unos delfines que habían venido. Cuando llegamos a la playa, frenó el auto, sacó unos ramos de flores y me pregunta si me quería casar”, se acuerda. La fiesta fue la excusa que llevó a toda su gente a Bahía Bustamante, ese confín de la tierra que hace siete años comparten. En la soledad de las 50 mil hectáreas de campo, con sus animales y pájaros y la compañía de Bahía, Capucha, Aurora y Mecha (sus cuatro perras), Astrid y Matías lograron esa “sintesis de la vida simple” como la define ella. Solos, a veces, y con las visitas más extravagantes otras, la pareja encontró el equilibrio a su medida: ese en el que la inmensidad y lo chiquito van de la mano.

 

  

  

  

  

  

 

 

  

  

  

  

  

  

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TIP DE INSIDER: Buñuelos de algas http://quincha.net/bunuelos-de-algas/ Wed, 16 May 2018 04:32:36 +0000 http://quincha.net/?p=18381 PUEBLO ALGUERO ANTES QUE NADA, NINGUNA RECETA ES MAS REPRESENTATIVA DE BAHIA BUSTAMANTE QUE SUS CLÁSICOS BUÑUELOS DE ALGAS. UNA TAZA DE NORI, HUEVOS Y HARINA EN UN PLATO CON MUCHO SABOR A MAR.

Ingredientes: 

1 taza de algas Wakame, Nori o Dulze (se consiguen en el barrio chino o frescas en alguna costa de mar), 1 y ½ tazas de harina, 2 cucharaditas de polvo de hornear, 2 huevos, 1 taza de leche, ajo (pueden ser de uno a cuatro dientes o ninguno), nuez moscada, sal y pimienta a gusto, aceite.

Preparación:

En general, las algas suelen comprarse secas, si es ese el caso, lo primero es hidratarlas en agua dulce por 15 minutos. Si las cosechaste, escurrílas bien con agua dulce para saber que les sacaste posibles restos de arena y agrégales un chorrito de vinagre. Una vez que las algas estén bien, mezclalas con el ajo picado chiquito. Batí los huevos, agregales la harina mezclada con el polvo de hornear, alternando con la leche, condimentá la mezcla y agregá las algas. La masa tiene que quedar con la consistencia típica de los preparados para buñuelos. Freí en aceite caliente y serví.

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5 Paradas en Bahía Bustamante http://quincha.net/5-paradas-en-bahia-bustamante/ Wed, 16 May 2018 04:23:14 +0000 http://quincha.net/?p=18378 ES DIFICIL ELEGIR SOLO 5 PARADAS EN UN LUGAR COMO EL QUE RECORRIMOS CON ASTRID Y MATIAS. PILETONES NATURALES, UN BOSQUE PETRIFICADO Y UNA OBRA DE CHRISTIAN BOLTANSKI SON ALGUNOS DE LOS PUNTOS QUE NO SE PUEDE PASAR POR ALTO EN BAHIA BUSTAMANTE.
Navegación por la Caleta Malaspina

A un kilómetro del pueblo, en una  en una ría natural, hay un catamarán en el que Matías Soriano nos saca a navegar por la Caleta Malaspina. La caleta tiene 12 islas que se pueden recorrer en el barquito para ver de cerca las colonias de lobos marinos (que llegan a ser 4000 en época de reproducción), las de pingüinos de Magallanes (100.000 en la temporada de octubre a marzo) y las colonias de diferentes aves marinas. Por las características del terreno y de sus mareas, esta costa tiene la particularidad de que anidan 13 de las 16 aves marinas que se pueden encontrar en toda la costa argentina. Hay petreles, patos vapor, chorlos, gaviotas y gaviotines, entre otras especies que muchísimos amantes de las aves vienen a visitar. Los cantos de las aves y la posibilidad de verlas zambulléndose en busca de comida, son parte del espectáculo que, según la época, puede completarse con grupos de delfines u orcas.

Cabo Aristizabal y “Misterios”, de Christian Boltanski

Cuando nuestra anfitriona sugirió ir a ver la obra de Boltanski pensamos que era un chiste. Lo que menos se imagina uno es que en el medio de la Patagonia, a 40 minutos del pueblo de Bahia Bustamante se encuentra instalada una obra de uno de los artistas contemporáneos de más renombre. Lo cierto es que Bahía Bustamante fue elegida como una de las 32 sedes mundiales de la BienalSur, junto con Buenos Aires, Madrid, Lima y Sao Paulo, entre otras. “Misterios”, es el nombre de la obra que el artista francés pensó específicamente para ese punto, siguiendo una serie de obras site-specific de enormes dimensiones en territorios inhóspitos que después se acercan a los museos y al público mediante videos . En este caso, se trata de una instalación sonora que interactúa con el viento y replica los sonidos de las ballenas bajo el agua. La obra está emplazada junto al esqueleto de una ballena Sei (una especia amenazada) que quedó varada y murió en la costa en la que -unos días más tarde- acomodaron sus huesos. Sólo se puede acceder al lugar partiendo desde Bahía Bustamante y recorriendo la Caleta Malaspina y el Cabo Aristizabal, el lugar que eligió el artista hace dos años es el punto más austral de la cartografía de BienalSur 2018.

Piletones

La Península en la que se encuentra Bahía Bustamante, tiene unos cuantos “piletones” o pozones  naturales de distintos tamaños y profundidades que se forman las rocas y se llenan de agua de mar durante las horas de marea alta. Cuando el agua se retira, descubre estas piletas naturales que se calientan con el sol durante las horas de marea baja, de ahí que el agua esté unos grados más cálida que la del mar. Ideales para nadar y quedarse contemplando el mar (están pegados al mar abierto pero en la altura), el agua es tan transparente que se puede hacer snorkel y tirarse desde las rocas vecinas. Están tan escondidos que sólo llegan los que los conocen bien, condición que “los hace ideales para bañarse como dios nos trajo al mundo con la seguridad de que no vamos a ser vistos”, asegura Astrid. “No hay nada más alucinante que sentirse el único habitante de la tierra por unas horas. Al menos el único humano, porque siempre van a estar observándote los pájaros desde el aire”.

Playa Toboganes

En el extremo de la Península Gravina, a unos 10 kilómetros de la casa, está esta playa: la playa más linda de Bahía Bustamante. Llegar no es tan fácil, lo ideal es ir en camioneta o acercarte hasta un punto en auto y después caminar por la costa. Parte de la magia está, justamente, en que es una caleta chiquita, bien escondida y reparada del viento por unas rocas rojas enormes. La playa está en pendiente hacia el mar y la atraviesan dos rocas alargadas que la dividen en lo que parecen dos toboganes de arena blanca. De vez en cuando se ven desde la costa los pingüinos, lobos marinos y aves marinas que pasan volando o comen cerca de las rocas. En el plan ideal de Astrid, el día de playa incluye el kayak o el stand up paddle para poder ir de ahí a otras partes de la península.

Bosque Petrificado
El Bosque Petrificado “La Pirámide” está adentro del campo pero a 30 km del pueblo de Bahía Bustamante. Para los amantes de la arqueología, el “bosque” es un testimonio de cómo fue el paisaje hace unos 65 millones de años, antes de que se elevaran los Andes. Se trata de unas 10 hectáreas que con la erosión propia de esta zona ventosa, descubrieron en la superficie un bosque que hoy es de piedra. El paisaje (que podría parecerse a la luna) es impactante, lleno de colores y texturas fascinantes. Para llegar, tenés que hacer el tramo más largo en camioneta hasta un punto y de ahí se hace una caminata que atraviesa el bosque hacia La Pirámide, un punto alto que se erosiono hasta tener la forma de un cono gigante. Foto: Celine Frers
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