10 Feb Con nombre propio: Mishal Katz
BUSCADORA DE OBJETOS, CURADORA DE DISEÑO, ARQUITECTA Y CERAMISTA, TODOS LOS TALENTOS DE MISHAL KATZ SE DEJAN VER EN SU CASA. CALIDEZ, COLOR Y UN BUEN SENTIDO DEL RIESGO, EN UN ESPACIO EN CHACARITA QUE ES TAN ALEGRE COMO SU DUEÑA.
Hace unos días Mishal Katz cumplió 53. No era número redondo ni par, pero no por eso se privó de festejarlo a lo grande. Una comida en las vísperas, almuerzo, comida con amigas y fiesta el fin de semana siguiente, fueron parte los festejos patronales en la calle Rodney. “No entienden lo que era esto: lleno de gente en el jardín, el living y la cocina, ¡estuvo lindísimo!”, cuenta. En alguno de nuestros diálogos previos, la habíamos encontrado en fase producción: la consigna era que ella cocinaba y los invitados llevaban algo para tomar. “Quedó tanto alcohol que ya tenemos stock para juntarnos todo el resto del año”, asegura. Se nota que Mishal es una de esas personas a las que todo el mundo quiere, nuestra observación coincide con el comentario que le hizo su pareja cuando se fue el último invitado. “Yo soy de la mesa grande: me encantan las casas llenas de gente y familias numerosas. No se me dio así, no sé si hoy se sigue dando eso, pero acá, a nuestro modo, lo seguimos teniendo”, reflexiona. En su casa viven ella y Simón, su hijo de 14 años, que acababa de nacer cuando se mudaron. Plan ideal para una pareja de arquitectos, la casa a metros de Avenida Newbery fue una excelente oportunidad en un momento en el que Chacarita no era el barrio cool que es hoy. Una planta abierta en la que conviven la cocina, comedor, living y hall de entrada; una escalera con barandas de soga y pasillos que balconean a la planta baja, una suite que parece robada a un hotel y un jardín -que no existía y hoy es la joyita de casa-, son parte del remake de Katz y su ex pareja de lo que ahora recuerda como “casi un conventillo”. Las lámparas, las cerámicas vintage y los objetos insólitos combinados a la perfección, dejan a la vista el gran talento de Mishal: ese ojo capaz de detectar piezas insólitas y ponerlas en valor.
“Cuando escucho todo lo que hice en estos años me siento uno de esos yanquis que continuamente cambian de profesión y de estado”, dice la dueña de casa riéndose. Uno podría hablar de Mishal Katz como “la arquitecta”, “la urbanista”, “la diseñadora de accesorios” o “la ceramista” sin faltar a la verdad. En las últimas dos décadas hizo todo eso y en todo tuvo éxito. “Creo que hay una dualidad que siempre existió en mí y al día de hoy sigue estando: por un lado, tengo todo un costado académico que viene de mi papá que es el que me hizo entrar en el mundo del urbanismo y descubrir todo eso tan apasionante; y por el otro, está el tema de la moda, el diseño y los objetos, y una cosa emprendedora que es muy mía, ¡y es muy fuerte también!”, reflexiona. Mishal nació en Oxford, donde iban acompañando a un padre economista que hizo parte de su carrera en la CEPAL. Hasta los ocho años alternaron domicilio entre Inglaterra, Estados Unidos y Argentina, donde su papá se iba convocado por Oxford, Harvard o Yale. De vuelta en Argentina, cursó todo el colegio y estudió arquitectura en la UBA y se fue a Barcelona, atraída por una maestría en urbanismo. Académica y emprendedora, estando allá empezó también la carrera en diseño de indumentaria y decoración que, de vuelta en Buenos Aires, se convirtió en su principal ocupación.
“ Cuando escucho todo lo que hice en estos años me siento uno de esos yanquis que continuamente cambian de profesión y de estado ”
“Para mi Barcelona es mi lugar en el mundo, al día de hoy extraño un montón”, asegura. Mishal llegó a España con 22 años y volvió con 30, una estadía larga en una etapa de la vida que suele ser determinante. “No pensé que podía llegar a volverme, ¡tenía una vida que me encantaba allá!”, asegura. Cuando ya trabajaba en uno de los estudios más reconocidos de urbanismo y había montado un showroom de ropa de diseño, vino unos días de viaje.Un encuentro fortuito terminó en un cambio de plan. “Yo había venido de visita a Argentina y me invitaron a un campo en Baradero al que lo habían invitado también. Ahí nos conocimos y después empezamos a salir y me terminé volviendo”, se acuerda. En ese momento, él acababa de llegar de Francia y no tenía muchas posibilidades de reubicarse. “Él se había mudado acá con la mujer y la hija, francesas las dos, y se había separado. Obviamente que, en su situación, irse no era una opción viable. Así que después de un tiempo a distancia, me vine”, cuenta. Quince años de relación, un hijo y esta casa, son solo una parte del saldo de esa decisión.
“ Cuando empezamos con Salmon, estaba muy enfocada en buscar vajilla de diseño argentino. Quería dar con esas piezas de los años sesenta que se habían perdido ”
Sobre la mesa del comedor hay un despliegue de piezas de cerámica y pigmentos que Mishal pinta a mano, son parte del último giro de su carrera. “Todo esto de la cerámica empezó con Salmón, más por una necesidad que otra cosa”, nos cuenta. Salmón tienda es su último acierto, un local que abrió con una socia a un par de cuadras de Los Gansos, el edificio en el que vivió años. Hace años que estaba dedicada a la curaduría y diseño de accesorios, tuvo una tienda primero y una marca después. Salmón significó un cambió de categoría, probar algo muy distinto, pero parecido. “Yo estoy acostumbrada a seleccionar objetos, creo que ese es mi talento”, cuenta. “Cuando empezamos, estaba muy enfocada en buscar vajilla de diseño argentino. Quería dar con esas piezas de los años sesenta que se habían perdido”. La dificultad de abastecer un negocio a base de vintage y los reclamos de la clientela, la llevaron a desarrollar una primera línea de clásicos reversionados hechos con los moldes de esos originales en colores y combinaciones contemporáneas. Esa idea y una ejecución que solo logra alguien con su ojo y su oficio, dieron forma a la primera colección. Años más tarde, y habiendo descubierto mucho del oficio, se animó a desarrollar una línea artesanal hecha cien por ciento a mano.
“Yo creo que emprender es un poco un camino de ida: uno empieza y nunca llega a algún lado porque siempre hay nuevas cosas”, reflexiona. En un rato debería llegar Simón, que la mayoría de los días va al colegio todo el día. “A veces siento que la casa nos quedó un poco grande para los dos, pero también veo que estamos en un momento en que se empieza a llenar de amigos de los dos”, reflexiona. Un hijo adolescente significa un cambio en la dinámica de la casa, pero más todavía en la de la familia. Algo de eso se adivina en el crecimiento que tuvo su proyecto de cerámicas los últimos dos años. “La maternidad no me frenó, pero si la disfruté mucho”, reflexiona. “Yo tenía 39 años cuando me decidí a ser madre, me acuerdo que empecé a buscar bastante asustada”. Más fuerte en algunos momentos y más tranquila en otros, esa condición de emprendedora que salió a la luz en Barcelona sobrevive a todas las etapas y contextos de una vida que tuvo mucho movimiento y cambio. “A veces pienso que si yo hubiera seguido esa vida de familia tradicional que venía teniendo, probablemente no hubiera hecho Salmón, ni todo esto que me encanta”, nos dice. “Creo que todo lo que vino fue parte de esa búsqueda y de la necesidad concreta que trae una separación. No siempre los modelos clásicos se mantienen vigentes, pero cada cosa tiene su lado bueno”.