Con Nombre Propio: Rosa Benedit

Con Nombre Propio: Rosa Benedit

DISEÑADORA E INTEGRANTE DE UNA FAMILIA DE ARTISTAS, LA CASA DE ROSA BENEDIT EN SAN TELMO ES UN CANTO AL COLOR Y LA PERSONALIDAD. ARTE, DISEÑO Y PROVOCACIÓN COMBINADOS EN LA JUSTA MEDIDA SON LOS PILARES SOBRE LOS QUE SE FUNDA UN ESPACIO ÚNICO.

Es domingo a la mañana y la esquina de la calle sobre la que vive Rosa Benedit está cortada. No es un piquete, ni un reclamo vecinal o un arreglo, es el festejo del día del niño. Castillo inflable, música y vecinos improvisan un evento que no llama la atención de nuestras anfitrionas. El señor que vive al lado que saca su loro a tomar sol a la vereda todas las tardes, el que escucha tango lo suficientemente fuerte como para que se escuche en la terraza y Rogelio -el dueño del estacionamiento de enfrente que recibe paquetes y entrega llaves cuando no hay nadie en su casa- son parte de la diaria en San Telmo, el primer barrio en el que Rosa vivió y el que elige hace 15 años. Dos pisos por escalera nos llevan al departamento en el que la diseñadora vive con sus dos hijas. Un bastidor con un diseño textil de Julián Prebisch, su hermano, da la bienvenida y marca el tono en el palier. Diseñadora de ropa e integrante de una familia de artistas, en su casa textiles y arte son dos elementos que se repiten. De la sala de danza al taller textil, pasando por los cuartos y los pasillos de enormes ventanales, el suyo es un espacio tan personal que cuesta enmarcarlo en los estándares convencionales de la casa de familia. La decisión de transformar el living-comedor en un comedor-estudio, la de conectar el living con el showroom en el que se exhiben sus productos o la de convertir el escritorio del entrepiso en un taller, tiene que ver con el modo en que Rosa entiende e interpreta la vida familiar. “Me parece que éste es un espacio muy generoso, un lugar que se puede bancar las grietas o las imperfecciones, porque tiene un encanto especial”, asegura. Encanto, estilo personal y espíritu crítico, son los pilares de un espacio que se resiste a cualquier etiqueta.

ADN CREATIVO. La primera casa de la que Rosa tiene recuerdos es el departamento de San Telmo en el que vivía con sus padres. Quedaba cerca de Puerto Madero, en una época en que el barrio más joven de Buenos Aires no era más que un conjunto de docks abandonados. “Fue la primera casa de mis padres, la compraron cuando volvieron a Buenos Aires después de unos años en Roma”, cuenta. Arquitecto y reconocido artista plástico, su padre Luis Benedit había sido premiado a fines de los sesenta con una beca del gobierno italiano para poder ir a estudiar diseño de paisajes con los maestros italianos. Fue justamente después de vivir en la capital italiana que sus padres decidieron armar su casa y taller en uno de los barrios más antiguos de la ciudad. “Todavía me acuerdo mucho de ese departamento: el living pintado con esmalte sintético amarillo, el sillón medio sesentoso azul Francia combinado con otros naranjas… era un lugar que a nivel estético estaba buenísimo y me quedó muy grabado”, asegura. El trabajo de su padre en el taller, las herramientas y la madera con los que trabajaba en una serie de objetos en ese momento y su secreta convicción de que él era un carpintero que se dedicaba a hacer juguetes, son algunos de los recuerdos de su infancia.

Éste es un espacio muy generoso, un lugar que se puede bancar las grietas o las imperfecciones, porque tiene un encanto especial 

El trabajo de papá siempre estaba presente, era como una constante en la vida familiar”, reflexiona Rosa. “A diferencia de un ingeniero o abogado, lo que hace el artista es más cercano a la experiencia propia o más entendible, eso ayuda a que uno no permanezca indiferente. El siempre traía el trabajo a casa, todos sabíamos con qué estaba, e incluso después de que nos mudamos a Barrio Norte y él pasó a tener su taller afuera, era muy común verlo dibujando o con su tablero en las vacaciones o fines de semana”, asegura. Rosa es la hija del medio en una familia de cinco, y todos los Benedit siguen vinculados al mundo del diseño y el arte en algún punto. “Ninguno de nosotros hoy es completamente ajeno al ámbito del arte, básicamente porque siempre fue una presencia estable en nuestras vidas. Estamos acostumbrados a estar al tanto de exposiciones y cosas que se están haciendo, pero no diría que la creatividad fue algo que se motivara especialmente”, asegura. “En general, todos los chicos tienen un interés por el dibujo o la pintura. En mi caso, creo que ese interés natural iba acompañado de un poco más de recursos y cierta facilidad”, reflexiona. Lo cierto es que a la hora de elegir una carrera, Rosa enseguida se inclinó por su talento natural: proyectos en diseño gráfico, escenografía y teatro fueron la antesala de un viaje a Europa que marcó un cambio de rumbo. Lo que empezó como un sencillo plan de vacaciones de una chica de 20, devino en una estadía de 10 años en París.

EL SEGUNDO HOGAR.Me fui de viaje sola, con la idea de que fuera por un tiempo. Lo que pasó fue que después me puse de novia y me terminé quedando y ese tiempo se convirtió en diez años. No era mi idea, fue algo que se dio así: empecé a estudiar, trabajar, me casé con un francés… Armé mi vida allá”, cuenta. Cuesta creer que Rosa llegó a Paris sin saber el idioma cuando se la escucha hablar con Violeta (13) y Emma (11), la costumbre de alternar el idioma paterno y materno se mantiene más allá de que hace seis años estén separados. Aunque la familia sea lo más evidente, el saldo de la década en París también se ve en su formación profesional: “Mis años allá coincidieron con una etapa de formación de la vida. Más allá de si es en la universidad o en el trabajo, hay una condición de aprendiz que está muy fuerte entre los 20 y los 30”.

Los tantos cursos en la escuela Arts Decó (en la que se dictan las carreras vinculadas al diseño), su primer trabajo en Yves Saint Laurent -donde se quedó trabajando dos años en la división de accesorios- y la oportunidad que se le presentó después de trabajar en el equipo de una de las vestuaristas más reconocidas en ese momento, son algunas de las experiencias que agradece. A 15 años de su vuelta, Rosa vuelve por lo menos una vez al año a visitar a su gente: “Diría que la decisión de venirnos tuvo más que ver con Thomás –su ex marido– que conmigo. Él había vivido toda su vida en Francia y quería ver cómo era vivir en otro lugar”, cuenta. La decisión de su hermana Juana de volver de Estados Unidos también ayudó a que en 2001 crearan juntas Benedit Bis. “Arrancamos con algunas piezas únicas que hacíamos y teñíamos a mano, después todo se volvió más grande por una cuestión comercial”, se acuerda.

El trabajo de papá siempre estaba presente, era como una constante en la vida familiar. A diferencia del ingeniero o el abogado, lo que hace el artista es más cercano a la experiencia propia ”

ACOMPAÑAR EL CAMBIO. El comedor de Rosa comparte espacio con una sala de danza. En algún momento eso fue un clásico living-comedor pero hace unos meses que la dueña de casa decidió cambiar de lugar los sillones y mesas para dar espacio a las prácticas de las chicas. Violeta está transitando su tercer año en la escuela de Julio Boca y Emma el segundo, la decisión que nació de su madre exigió éste y otros tantos cambios en casa. “Quería que tuvieran una educación diferente: me parece que-en general- se le da mucha atención al aspecto más formal o académico y se descuida otros igual o más importantes”, asegura. Después de asegurarse de que las dos estaban contentas con las clases, Rosa anotó a sus hijas en un colegio medio turno que les diera una buena formación académica sin resignar otros aspectos.

“ Creo que cuando uno tiene cierto estilo personal, puede volcarlo a distintas cosas. Mi estética está muy volcada al color y la estampa: el manejo y la combinación de colores es algo interesante que siempre viví con naturalidad ”

Su vuelta al país, el nacimiento de Benedit Bis, la maternidad, la decisión de separarse y la de cerrar el local e inclinarse por el diseño para la casa, son algunos de los procesos que se dieron viviendo en esta casa. Los cuartos, los espacios comunes y la estética del departamento acompañaron cada momento de la familia. Apartada momentáneamente de las colecciones, Rosa no toma la situación como algo definitivo sino más bien como un impasse. “Creo que cuando uno tiene cierto estilo personal, puede volcarlo a distintas cosas. Mi estética está muy volcada al color y la estampa. Diría que el manejo y la combinación de colores es algo interesante que siempre viví con naturalidad”, concluye.

TEXTO: LUCÍA BENEGAS – FOTOS: MARIA EUGENIA DANERI